ISSN 1989-1970

   Abril-2025

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Obarrio Moreno, Juan Alfredo. Himno (Ayn Rand). Diálogos entre el Derecho y la Literatura: Los totalitarismos IV, Dykinson, Madrid, 2024, 249 páginas. Prólogo Luis de las Heras Vives.

 

 

Alicia Valmaña Ochaíta

Profesora Titular de Derecho Romano

Universidad de Castilla La Mancha

ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8962-0588

 

 

 

 

(VALMAÑA OCHAÍTA, Alicia.  Obarrio Moreno, Juan Alfredo. Himno (Ayn Rand). Diálogos entre el Derecho y la Literatura: Los totalitarismos IV, Dykinson, Madrid, 2024, 249 páginas. Prólogo Luis de las Heras Vives. RIDROM [on line]. 34-2025.ISSN 1989-1970. pp. 708-718. https://reunido.uniovi.es/index.php/ridrom)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Del conocimiento e interés del Prof. Obarrio por el mundo de la literatura hablan suficientemente sus escritos; sus trabajos están plagados de referencias a la literatura mundial, clásica y contemporánea; en realidad, de todas las épocas. Pero no es una cuestión de mera erudición, aunque esto ya sería importante. Pocos tienen -tenemos- su bagaje cultural y su capacidad para entrar en temas diferentes de aquellos a los que las agencias académicas nos abocan, es decir, a los que se consideran genuinos de nuestra especialidad, sin darnos -darse- cuenta de que en la capacidad para relacionar cuestiones aparentemente poco relacionadas está el verdadero germen de la madurez intelectual, que no siempre va pareja a la madurez profesional desde el punto de vista académico.

 

El Profesor Obarrio no solo es consciente de esto, sino que es uno de los grandes impulsores de una corriente en la que la relación entre Literatura y Derecho-Derecho y Literatura ha estado presente en su metodología investigadora; esta se ha visto reflejada en muchas de sus aportaciones (no solo en su, hasta el momento, tetralogía sobre Los Totalitarismos), sino en la puesta en marcha de la Revista General de Derecho, Literatura y Cinematografía, alojada en IUSTEL, en la que se da cabida a investigaciones presididas por el estudio del Derecho en relación con obras literarias de todos los tiempos -entre otros aspectos-, en la búsqueda de esa relación que permita ver realidades complejas desde planteamientos múltiples. Este planteamiento es el que encontramos en la Presentación de la citada revista cuando sus directores señalan: “Por desgracia, no son pocas las revistas que cierran las puertas a otros estudios o a otras parcelas del saber no relacionadas con la suya. Un reduccionismo absurdo al que no pretendemos descender, porque somos plenamente conscientes de que la realidad jurídica requiere de numerosos enfoques, todos ellos complementarios, sin los cuales la visión del Derecho quedaría mermado o cosificado en parcelas estancas” (p. 3, “Presentación”, RGDLC, núm. 1, febrero, 2024).

 

En realidad, y jugando con una referencia del propio Obarrio, a veces se invita a escribir mucho y a pensar poco, en una carrera en la que lo cuantitativo predomina sobre lo cualitativo: “No era filósofo ni nada de ese género, ni siquiera era literato, y que eso mismo pensaba mucho, pues mientras más se escribe menos se piensa” (p. 45, citando a Paul Valèry, Monsieur Teste). No es este el caso de Obarrio y tampoco lo fue, a mi entender, el de Ayn Rand. Precisamente en Rand encontramos una obsesión por el pensamiento, último y verdadero reducto de libertad, alejado completamente de censuras y autocensuras y, sobre todo, de la comodidad y el aplanamiento (p. 43, n.56, citando a Hanna Arendt).

 

En esta última monografía del Profesor Obarrio, el mundo de Ayn Rand y su pensamiento filosófico se presenta como un reto a la comodidad de pensamiento. Es la rebelión que reclama el autor de Los Totalitarismos IV, y de todos los anteriores, cuando rechaza la fractura entre el Derecho y la Justicia tan queridos, a veces, por el poder (pp. 52ss.), o por algunos poderes, algunos más que otros, parafraseando la conocida frase de Orwell en Rebelión en la granja; la injusticia, frente a la que se puede permanecer callado, sentados en nuestra “zona de confort” (se anuncia la inclusión de esta expresión por el DRAE en el momento en el que estoy escribiendo estas líneas), que, en definitiva, es echar raíces en una falsa independencia rayana en la falta de empatía o, en lo más extremo, en la sociopatía. Esa relación entre el Poder y el Derecho es la que Obarrio analiza en la obra de Ayn Rand porque la finalidad de la monografía que escribe Obarrio en esta colección es, precisamente, no permanecer indiferentes ante el totalitarismo.

 

El análisis de la obra de Rand lleva al estudio del “hombre ideal” frente al “hombre-masa” del pensamiento colectivista; el individuo frente al Poder, el Líder y el Partido que se ocupan de que no haya más espacio para el pensamiento propio y la opinión discrepante (“Ayn Rand no lo ignora. Lo sabe porque lo ha vivido. Lo experimentó en las lúgubres calles de su ciudad natal, donde la mirada negra e implacable del terror helaba la vida de sus habitantes”, p. 61). Buscar lo mejor del hombre, lo que debería ser y no lo que ha sido, buscar el respeto total al ser humano es el propósito literario de Rand que se expresa en sus novelas.

 

Ese respeto por el ser humano es el que se observa también en el libro de Obarrio. En realidad, la elección de la obra de Rand para esta monografía es completamente lógica, aunque el autor señale en algún momento que no está de acuerdo con muchos de sus planteamientos filosóficos (p. 47, p. 68, p. 72, entre otras); su respeto a la coherencia de la autora que se traslada de su obra filosófica a la narrativa literaria dice también mucho de la coherencia de Obarrio (“Si nos detenemos a pensar, no estaremos alejados de la verdad si afirmamos que buena parte de su atractivo literario reside en dar sentido a una concepción del ser humano en el que creía y al que nunca traicionó” p. 61); de su inconformismo y de su forma de entender la vida social, en la que el hombre, el individuo, debe tener voz propia porque debe tener pensamiento propio.

 

La lucha -sí, es una lucha- del Profesor Obarrio es la del hombre que no calla ante la injusticia o ante la degradación de instituciones, algunas muy cercanas como puso de manifiesto en su monografía En defensa de la cultura grecolatina (Paideia versus utilitas) en la que interpelaba directamente a toda la comunidad universitaria en una reflexión cada vez más imperiosa y, probablemente, cada vez más ausente (también esta situación la vivió Ayn Rand “en los campus de las más prestigiosas universidades americanas, en las que unos complacientes profesores y unos somnolientos alumnos aceptan, literalmente, lo que oyen sin apenas cuestionarlo”, p. 61). Por eso su cuarta entrega de Los Totalitarismos y por eso la elección de una autora que vivió la crueldad de uno de ellos. Por eso, también, no debe extrañar que la lucha sea una de las características de los personajes literarios de Ayn Rand, de sus héroes, como ha visto Obarrio (“Luchadores (Ut gigas)”, pp. 74-77).

 

  Adoptar la posición de héroe cotidiano no es fácil porque es posible. Pienso en la frase que acabo de escribir y veo que encaja perfectamente con la obra que recensiono. Vivimos en una época de silencios; el problema es cuando el silencio afirma o confirma posturas frente a las que deberíamos haber hablado. En ocasiones nos imponemos el silencio como ejercicio de la virtud cristiana de la caridad o la humana de la prudencia (“En mucho hablar no faltará pecado”; “La mejor palabra es la que está por decir”; “Quien mucho habla, mucho yerra”, y así unos cuantos más); en otras, es resultado de una falsa independencia que, en realidad, esconde falta de pensamiento crítico o, simplemente, refleja la comodidad de pertenecer al grupo. Este silencio es muy distinto al “arte del silencio”, al silencio interior del individuo, a su pensamiento -la mente como elemento propio del individuo- alejado de la imposición del pensamiento único y tiránico, que asusta a Irina, personaje de Los que vivimos (p. 115).

 

Adoptar la posición de héroe cotidiano no es fácil porque es posible, he dicho antes. No cabe el autoengaño. Basta con tener pensamiento crítico y expresar nuestro criterio: “Pensar. Razonar. Inquirir. Ser” (p. 73). Difícil en tiempos de argumentarios, pero posible. Lo señala también Ayn Rand cuando dice que “la peor maldición de la humanidad es la capacidad de considerar los ideales como algo abstracto y separado de la vida diaria de uno” (cfr. p. 73). Para no comportarse así, hay que tener un sentido moral y ético de la vida (característica señalada por Obarrio: “Éticos/Morales”, pp. 78-82) como el de Igualdad 7-2521 en Himno, el ideal de héroe; tener un “código de valores inamovible” que en los héroes de Rand responden a una “ética objetivista” donde “prima la autoestima y la lealtad” (p. 81) y buscan “distinguir el bien del mal, visión para descubrir la verdad, valentía para actuar en consecuencia, dedicación para lo que es bueno, integridad para atenerse al bien a cualquier precio” (p. 81, citando un pasaje de La rebelión del Atlas, de la autora).

 

La racionalidad, como se dice en El Principito (p. 92), que justifica la creación y obediencia a la norma basada en un concepto de auctoritas muy romano; la creatividad, buscando caminos nuevos y visiones propias (p. 87); y la actitud transgresora, vinculada, de nuevo, al Derecho, cuando el ordenamiento jurídico se convierte, en manos de los totalitarismos, en cadenas para los ciudadano (p. 90), todas estas son las características que Obarrio encuentra en las novelas de Rand y que deberían predicarse de cualquier héroe y, a contrario, las que faltan en sus antihéroes, que se revuelven con odio ante las actitudes que ellos no tienen.

 

  El análisis que hace Obarrio de los personajes de Ayn Rand y, más en concreto, de su obra Himno, nos llevan a la reflexión interior, a la discusión con uno mismo y a tomar posición frente a la propuesta de la autora. De esto se habla en este libro a través de una magnífica exégesis de la obra de la autora ruso-norteamericana: se habla del ser y del deber ser; del derecho y de la norma (“en el preciso instante en que la ley deja de tener conexión con el “deber ser” (la moral)  es cuando el derecho se reduce a un ámbito estrictamente represivo o coercitivo, una circunstancia que le lleva a perder su finalidad protectora, o lo que es lo mismo: a que se desvanezca su legitimidad ontológica (la justicia), un hecho que facilitará el paso a una legitimidad meramente formal o procedimental”, p. 91);  de la fidelidad a unos principios frente a estar instalado en al ambigüedad (p. 101). La capacidad de pensar es la que define y distingue al ser humano entendido no como un genus, sino como una individualidad (pp. 118ss); esta idea es sobre la que pivotan los personajes de Ayn Rand y la concepción filosófica de la autora, que traslada a los primeros un modo de vivir acorde con sus principios, en una muestra más, como señala en varias ocasiones Obarrio, de su congruencia.

 

  La autonomía de pensamiento nos aleja de las copias seriadas en las que nos convierten los totalitarismos (Himno, de Rand; Un mundo feliz, de Huxley; y, en cierto modo, 1984, de Orwell), “piezas simétricas que el Estado encaja y engrasa a su libre arbitrio” (p. 129); y en esa autonomía del pensamiento encuentra un hueco cálido la palabra. Es un cobijo, pero un cobijo en el que “lo infranqueable deja de serlo. Lo innombrable adquiere vida. Ya no son un número. En su pensamiento son Áurea e Invictus […] Se han atrevido a tener una relación afectiva y corporal, y lo que es aún peor, a ser ellos quienes fijen su nombre en virtud de sus cualidades” (p.161), cometiendo una de las culpas más grandes que es individualizar a la persona dándole un nombre que no es otra cosa más que personalizar al individuo (p.141).

 

  Es el YO que reivindica Rand; el hecho de que Himno esté escrita en primera persona del plural puede avanzar cuál va a ser el eje del pensamiento de la autora: el personaje es el que se muestra como un individuo con contorno y con contenido para el lector, no una sombra anónima. Este eje no solo va a serlo de la novela, sino de su propia filosofía. Como señala Obarrio “al hablar de Himno, Rand reconoció que esta obra contenía “en cierto modo, mi manifiesto, mi profesión de fe, la esencia de toda mi filosofía” (p. 175).

 

El nuevo trabajo del Profesor Juan Alfredo Obarrio, Catedrático de Derecho Romano de la Universidad de Valencia, discurre por una senda aparentemente conocida. Sus anteriores trabajos, con el mismo subtitulo y numerado con el I, 1984 (George Orwell), publicado en el 2021; en el mismo año, el II, Cartas a un amigo alemán (Albert Camus); y el III, publicado en 2023, Borges frente al nacionalsocialismo abordan distintos autores y sus obras, y su relación con los totalitarismos. En esta monografía encontramos un detallado análisis de la obra de una escritora, Ayn Rand, cuyos postulados no coinciden con los del autor o, no desde luego, en su totalidad. Esta es una virtud más de la obra de Obarrio: presentar al lector una exégesis de Himno no preconcebida, siendo tan consecuente en su metodología investigadora como lo fue la propia Ayn Rand con su obra literaria y filosófica.

 

Cita el Profesor Obarrio a Flaubert en las primeras páginas cuando señala que el francés afirmó pretender “hacer la historia moral de los hombres de mi generación”. Dice también que ese no es su propósito. Sin embargo, traer a primer plano obras como la de Ayn Rand y hacer un análisis como él hace de Himno tiene, necesariamente, consecuencias. Y estas son invitar a la reflexión y a la acción, que es no permanecer callados ante el pensamiento totalitario que, creo que no hace falta recordarlo, no es únicamente cosa del pasado.

 

  Hacer recensiones es un trabajo arduo, aunque pueda parecer lo contrario. En primer lugar, requiere entrar a fondo en un tema, a veces conocido y otras, no tanto; en todo caso, se entra en temas que interesan, de ahí que la lectura de la obra incite al recensor a escribir su opinión sobre el mismo. En el libro que me ocupa, yo no había leído Himno; no obstante, bastaba con que hubiera merecido la atención de Juan Alfredo Obarrio para continuar con su saga sobre Los Totalitarismos para que me interesara su lectura. En realidad, me interesaron las dos lecturas: la de Obarrio y la de Rand; la duda era por cuál de las dos empezar. Lo hice en paralelo. La lógica me decía que necesitaba de ciertas coordenadas para llegar más a fondo en Himno. No estaba equivocada.

 

Solo me queda recomendar la lectura de la obra del Profesor Obarrio para comprender en toda su extensión el pensamiento de Ayn Rand y la lucha contra los totalitarismos. Su trabajo es un acierto total.