Abstract
Roberto Arlt viaja a Granada en 1935 como cronista del diario argentino El Mundo. A pesar de repetir el clásico viaje a España, siempre seducido por el palacio de la Alhambra, en sus crónicas apenas da cuenta de esta. Es en la recopilación de 1936, Aguafuertes españolas, donde expresa su decepción. Tal hecho permite reflexionar sobre el papel de la fotografía en los viajes como intento de posesión simbólica a través de la mirada, eco del imperialismo que sustentó las exploraciones del siglo XVIII. Para Arlt, una de las causas de la decepción de los turistas que conocían la Alhambra por fotografías radica en que lo que admiraban no es el palacio sino la calidad técnica de la fotografía. Sus ideas hallan un correlato en el discurso de la misma década del filósofo Walter Benjamin sobre la fotografía de obras de arte, que permite al hombre dominar las obras artísticas mediante su reducción. Esta falta de identificación hace el viaje necesario ante la imposibilidad de posesión desubicada.

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