Abstract
Con el ascenso al poder de Ramiro I (842-850), se introducen nuevas fórmulas de expresión artística. Surgen nuevos símbolos; nuevos signos de exaltación y prestigio de la magnificencia del poder político-religioso, el cual debe servir a los postulados del Poder teocrático. Los reyes astures integran en su lenguaje del poder, el universo cristiano como un referente clave en sus programas políticos, ideológicos, artísticos.
Las fórmulas iconográficas del Naranco acogen una gradual recepción de signos, modelos, motivos... pero enmarcados ahora en un contexto cualitativamente diferente. Han experimentado una selección iconológica de profunda raíz psicológica, en un proceso artístico sumamente atractivo, por lo innovador de su contenido y de su calidad artística. Los nuevos motivos iconográficos buscan una glorificación del Estado. Hay una apropiación de símbolos que son privilegio del princeps; iconografía que responde a la imagen oficial que proyecta el gobierno, bajo el principio de las dos autoridades; el cuerpo sacerdotal investido por Dios de un poder espiritual, y los príncipes, poseedores de una potestad terrenal temporal.